jueves, 26 de septiembre de 2013

El valor de una casa



En nuestra última visita a Urrea algunos de nuestros vecinos más mayores nos trasladaban, con tristeza en los ojos, su preocupación por si llega el momento en que, por problemas de salud,  tienen que dejar sus casas para ir a vivir con sus hijos, con otros familiares o a una residencia de ancianos.
Les preocupa su salud obviamente pero la tristeza de sus ojos la provoca también los sentimientos que afloran al pensar en abandonar su casa. Pierden su independencia, su autonomía, pero pierden muchas cosas más. Pierden el poder convivir con el recuerdo de los momentos compartidos, de las risas y lágrimas que todavía resuenan entre esas paredes que los han visto crecer como personas y como familias, esas paredes que no son sólo una casa, son su hogar.
Las casas de los pueblos tienen una identidad propia. Leí hace poco en un libro que al referirse a una casa de un pequeño pueblo donde transcurría la historia la mencionaban como una “casa vivida” en la que se sentían las historias que en ella habían sido vividas. Es una forma muy acertada de definir las casas de pueblo en las que da la sensación que todavía se cocina a fuego lento y en las que se conversa al lado de la chimenea las largas tardes de invierno.
Nuestra casa de Urrea es de principios del siglo XX. En sus orígenes formó parte de otra casa hasta su división en dos. Durante muchos años perteneció a diferentes generaciones de la misma familia. Las historias vividas en su interior, aunque las desconozco, debieron de ser muchas. Fue restaurada por una pareja que llegaron a Urrea desde una lejana Rumanía y a través de ellos llegó a nuestras manos.
Cuando caminábamos por Urrea en nuestras primeras visitas, los vecinos nos preguntaban en que casa vivíamos o nos reconocían justamente por la casa en la que vivíamos. Viven en la casa de la Salomé... se decían unos a otros y a partir de allí recordaban historias relacionadas con la casa o con los cambios que se han ido produciendo en ella y en el pueblo.
Nosotros somos unos recién llegados a Urrea, el próximo diciembre hará dos años de la compra de nuestra casica, pero ella con todos sus años y con toda su historia nos ha ayudado  a sentirnos  parte de este pueblo que tan bien nos ha acogido. Es un placer para nosotros seguir llenando de vida esta casa y ampliando sus historias con la historia de nuestra familia y de nuestros visitantes.