viernes, 1 de febrero de 2013

Las cosas que mi hijo aprende en Urrea


Cuando salimos de la autopista y empezamos a recorrer los diferentes pueblos hasta llegar a Urrea mi hijo descubre un nuevo medio de transporte. Mira con asombro el lento avanzar de unos coches altos de grandes ruedas. Son los tractores.
Para él son todo un descubrimiento, para nosotros un cambio de paisaje, un cambio de ritmo, un cambio de vida. Estamos llegando al pueblo.
Mi hijo sigue buscando los tractores durante el viaje y se enfada cuando no hacen la misma ruta que nosotros. Sería feliz si una comitiva de tractores nos acompañara hasta la llegada a Urrea. La promesa de algunos días en los que los seguirá viendo en el pueblo calma su malhumor.
Hay muchas cosas que mi hijo no puede aprender y no puede conocer si su único entorno es el de una gran ciudad y por eso nuestras estadas en Urrea son parte de nuestro proyecto familiar y educativo para nuestro hijo.
Los vecinos de Urrea son grandes maestros para él enseñándole, entre otras, una gran lección que todos, niños y adultos tendríamos que aprender e integrar en nuestras vidas: la generosidad y el compartir.
En la vida rural no se le da importancia a que los vecinos te den parte de los productos que se recogen de la huerta. De la huerta urreana hemos probado sus tomates, sus pimientos, sus judías, sus berenjenas y calabacines, gracias a nuestros vecinos. Melocotones, granadas, huevos... también han pasado por nuestra mesa.  Son productos km0, slowfood o los tomates de la huerta de la hija del Sr.José. Estamos hablando de lo mismo pero desde la ciudad les ponemos nuevos nombres a lo que desde siempre se ha hecho en los entornos rurales para llamar la atención de todos aquellos que llenamos la nevera con los productos del supermercado de los cuales su procedencia nos resulta desconocida.
En nuestra última visita a Urrea a finales de diciembre nuestros queridos vecinos José y Joaquina nos decían apesumbrados que no nos podían ofrecer nada porque en esa época no se recogía nada en la huerta de sus hijas pero sí que nos ofrecieron unos riquísimos tomates secos fritos de los que habían secado al finalizar el verano. Adaptar nuestras vidas a lo que tenemos, sin forzar situaciones, haciendo uso de lo que un día recogimos y guardamos para épocas más baldías. Una forma de vida, una lección de vida a partir de la recolección de alimentos y de los períodos estacionales. Eso también lo aprende mi hijo, sin una clase magistral y sin un libro de texto, el Sr.José y la Sra Joaquina se lo enseñan con su ejemplo.